Entre los varios pueblos que practicaron el arte de embalsamar o momificar los cadáveres el egipcio alcanzó extraordinaria perfección. Convertían estos en momias los cadáveres tomando como fundamento la creencia de que cada hombre tiene "un doble", Ká, que encarna en el cuerpo momificado del difundo. Es decir, que al morir el hombre, su personalidad se desdobla y un cierto elemento humano continúa viviendo en la tumba una vida igual a la terrestre, pero cuya existencia depende de la conservación del cadáver. El procedimiento de embalsamamiento empleado variaba según la clase social a que pertenecía el difunto. A los pobres se les secaba con sal marina y otras clases de sosa, y una vez seco el cadáver, se le envolvía con una tela gruesa embadurnada con betún; después se le colgaba en el cuello un pedazo de madera con su nombre y se le depositaba en algún hueco de la montaña más próxima. Los pertenecientes a la clase media eran embalsamados de la siguiente manera: Después de que con una lavativa habían introducido aceite de cedro en el vientre del muerto, hasta llenarlo, no cortándo ni extrayendo los intestinos, pero haciendo que por el año penetrase todo, e impidiendo que la lavativa retrocediese, desecaban el cadáver en días determinados, y en el último extraían del vientre el aceite de cedro introducido al principio, el cual tenía tanta fuerza que arrastraba consigo los intestinos y las vísceras maceradas. Con el natron destruían luego la carne, dejando al muerto la piel y los huesos; y hecho esto, restituían el cadáver a los parientes sin proceder a ninguna otra operación. La momificación de la clase superior se efectuaba metiendo por las narices del difunto unos hierros encorvados y después de sacarles con ellos los sesos, introducían allá sus drogas e ingredientes. Abiertos después los ijares con piedra de Etiopía aguda y cortante, sacando con ellos los intestinos, y purgando el vientre lo lavaban con vino de palma y después con aromas molidos, llenándolo luego de finísima mirra, de casia y de variedad de aromas, de los cuales exceptuando el incienso y cosían últimamente la abertura. Después de estos preparativos adobaban secretamente el cadáver con nitro durante sesenta días, único plazo que se concedía para guardarle oculto: luego se le fajaba con ciertas vendas cortadas de finísimo lino, untándole, al mismo tiempo, con aquello de que se servían comúnmente los egipcios en vez de cola. El embalsamamiento en el sentido en el de conservar artificial e indefinidamente los cadáveres, se lleva a cabo modernamente con el uso de sustancias antisépticas preparadas y aplicadas convenientemente al cadáver en evitación de los procesos de su putrefacción. La técnica del embalsamamiento por inyecciones se atribuye al farmacéutico francés Juan Gannal en 1830, mientras conceden otros esta primicia al médico francés Sucquet.